50 años de la Biblia Latinoamérica

50 años de la Biblia Latinoamérica

Los occidentales solemos preguntar por la antigüedad de los libros que caen en nuestras manos. Así, cuando leemos la Biblia Latinoamericana, nos hacemos esta doble pregunta: ¿Cuándo y por qué nació esta
obra?

En este caso podemos seguir el ejemplo de la luz y el sol. La luz nos llega, nos ilumina y calienta; sabemos que su origen es el sol, pero desconocemos el momento preciso en que nace. Lo mismo podemos decir de las grandes intuiciones que expresan y dan forma a las necesidades y urgencias de una
sociedad. La intuición surgió bajo la luz del Vaticano II que se enfrentó a la sombra de una realidad concreta y dolorosa: la palabra de Dios debía ser conocida y leída por el pueblo llano, más concretamente, por el pueblo de América Latina. Y esta necesidad empujó hacia una solución: había que emprender la traducción de la Biblia desde el lenguaje popular para quebrar la enorme distancia que la Palabra mantenía con el Pueblo de Dios. Corría el año 1965 y el terreno estaba abonado para recibir el impacto que suponía la Biblia como «palabra de Dios».

El principal impulsor de esta iniciativa fue el padre Bernardo Hurault, que ya contaba con muchos años de experiencia pastoral en Francia, pero era un neófito en la cultura latinoamericana. Entró en contacto con la CEFAL (Cooperación Episcopal de Francia para América Latina) y el año 1966 partió hacia Cuernavaca, México, con su compañero Ramón Ricciardi. Allí pasaron cuatro meses de ambientación y aprendizaje del idioma, para formarse y adaptarse a la nueva realidad. Más tarde hicieron un amplio recorrido con escalas en Panamá, Colombia, Ecuador y Perú. Y llegaron a Chile en 1967, donde los compañeros religiosos y los laicos sentían la grave carencia de una Biblia que pudieran leer y usar sin necesidad de esperar la explicación del párroco o el sermón del domingo.

De hecho, el padre Hurault vio que lo hermanos «protestantes» ya disponían de una traducción propia, muy aceptada por su lenguaje accesible. Y es que esos fueros años de un considerable crecimiento para algunas confesiones evangélicas de línea pentecostal. 

La lectura popular de la Biblia se fue enriqueciendo en encuentros y breves cursos de las Comunidades Eclesiales de Base (CEB), donde emergían las dudas y se discutían las sugerencias para generar y estructurar un lenguaje sencillo, que realmente entendiera el pueblo. En los grupos de oración, meditación y diálogo se demandaban soluciones para disminuir la desigualdad de oportunidades. Buscaban ayuda, compartían sus necesidades y a veces tomaban iniciativas comunitarias concretas. En la Iglesia de Latinoamérica, la realidad de la pobreza y de la desigualdad social imponía la necesidad de muchos cambios. Estaba viva la Teología de la Liberación, muy presente en las CEB, que veían en la Biblia indicaciones y ejemplos para alcanzar mejores derechos para que todo el mundo pudiera disfrutar de una vida digna. La cuestión es que las noticias que llegaban a Europa sobre América central y del Sur conmovieron la sensibilidad cristiana y se multiplicaron los proyectos de ayuda misionera para evangelizar la zona y atender a los más necesitados en su pobreza. El clero progresista era bastante activo, mientras que las distintas confesiones cristianas y sus variadas ramificaciones tenían un fondo mucho más conformista ante la situación social.

Ahora bien, algunos gobiernos empezaron a desconfiar de esas ansias de igualdad, que suponían unas serie de reivindicaciones… Los regímenes del Cono Sur empezaron a sospechar de los encuentros de las CEB, puesto que los tildaban de peligrosos. ¡El Evangelio abre puertas a la vida y la libertad; de ahí procede el combate a la Teología de la Liberación!… En Chile se había iniciado el camino hacia la dictadura militar de Pinochet (1973-1988), y después vendrá la de Argentina (1976-1983).

La difusión de la Biblia Latinoamericana empezó en Chile. Los padres Hurault y Ricciardi trabajaron durante años en la zona de Concepción, expuestos a la precaria realidad que les rodeaba en aquel momento. En todo lo que fue la preparación de la Biblia, el padre Hurault se rodeó de grandes especialistas: biblistas y pastoralistas de Perú. Sabemos que, en Quito, la Conferencia Episcopal promovió su difusión, razón por la cual enseguida se prepararon las ediciones en quechua y quichua. Los Paulinos (al igual que otros muchos) les ayudaron con la difusión y distribución de la Biblia en toda América del Sur.

La Biblia Latinoamericana nació como una Biblia pastoral y sigue siéndolo, una característica que se puede percibir tanto en el lenguaje como en los comentarios (introducciones y notas de pie de página). No obstante, sí que es cierto que claramente se opta por no entrar en discusiones que ya precisan de un nivel académico superior. Es sobre todo una «Biblia popular», aun a costa de quebrantar en alguna ocasión alguna regla técnica.

En cualquier caso, que sea «popular» no quiere decir que no sea rigurosa o que resulte poco fiable. La Biblia Latinoamericana tiene mucho que aportar, muchos «puntos fuertes», aunque haya elementos que queremos seguir mejorando. La primera tentación es señalar que un punto fuerte sería su gran difusión. También lo es el hecho probado de que ha llegado a las personas más sencillas sin «ofender» las mentes preclaras. También se puede incluir entre sus «fortalezas» su capacidad de hablar de cara a cara a la gente del pueblo, indistintamente de su país y cultura originaria.

Empezó su andadura en Chile, de allí pasó a México, y tiene millones de lectores cristianos en EE. UU. –de hecho, hoy se publica en EE. UU. tanto como en toda América Central y del Sur–. La vivacidad de su lenguaje llega al lector, al que le resulta sencillo adherirse al mensaje trasmitido con el entusiasmo y el carisma que animó la labor del padre Hurault y su grupo.

La Biblia Latinoamérica
La Biblia Latinoamérica cumple 50 años (1972-2022)

Por otra parte no podemos ser ingenuos o considerar que estamos ante una obra definitiva. Al principio es cierto que generó numerosas protestas entre los que denunciaban el peligro del marxismo, del comunismo o de la Teología de la Liberación… en lo que se refería a los comentarios, no tanto por la fidelidad de traducción. Con el tiempo, y con algunas correcciones puntuales, han cesado esas críticas.

Por otro lado, los especialistas advierten de que existen algunas limitaciones de interpretación marcadas por la época, pues los estudios en el campo bíblico siempre generan novedades y habría que abrirse a los descubrimientos de las ciencias bíblicas, vivas y ricas. Esto supone seguir con atención la exégesis, los descubrimientos arqueológicos, los avances en Lingüística… Pero esta evolución no puede desembocar en un mero debate académico, sobre todo si distrae al cristiano creyente de su adhesión a las exigencias básicas de la palabra de Dios.

Estamos ante una Biblia universal. Su mensaje es válido para todo el mundo y algunos comentarios de padre Hurault también. El lenguaje tiene una dirección precisa, del que tanto los intelectuales como los pastoralistas
pueden disfrutar. Las ediciones de esta Biblia sirven para todo el mundo, siempre dentro de sus características. De hecho se sigue difundiendo en muchos países, traducida a distintas lenguas, con el mismo espíritu que impulsó su nacimiento. Y eso es la herencia que no debemos perder.

Una amistad  que salva

Una amistad que salva

Una amistad que salva

Por Juan Antonio Aznárez,
Obispo auxiliar de Pamplona y Tudela

Cuando voy a confirmar a una parroquia, normalmente, cito media hora antes a los confirmandos con vistas a tener un breve encuentro con ellos.

Durante el mismo, al hilo de los momentos claves de la celebración, les voy dando pistas que pueden ayudarles a vivirla con mayor conocimiento de causa, fruto y gozo.

A la hora de comentar el sentido de la Renovación de las Promesas Bautismales suelo plantearles esta cuestión: «Cuando yo digo: “creo en Jesús”. ¿Qué estoy diciendo? ¿Qué significa creer?». Y para ayudarles suelo preguntar a alguno de ellos: «A la hora de tomar decisiones muy importantes para tu vida, ¿te fías de lo que te diga un desconocido?». Normalmente, como es lógico, responde que no. «¿Por qué?», le vuelvo a preguntar. «Porque no lo conozco y no sé si es de fiar o no», me responden.

Creer en Jesús es confiar en él. Y es imposible confiar de verdad en Jesús si no tengo una relación personal con él que me ha permitido constatar que es digno de confianza. ¿Pero es posible tener una relación personal con alguien que vivió hace dos mil años? Sí, porque él está Vivo y nos ha dejado los medios para ser iniciados y crecer en su Amistad.

Uno fundamental son los evangelios escuchados y leídos con la mente y el corazón de la Iglesia, asistidos por el mismo Espíritu Santo que los inspiró. El contacto cotidiano con ellos me permite escuchar a Jesús, verle hacer milagros, contemplar cómo acoge a los que muchos desprecian y condenan, cómo cura, cómo perdona… Y dado que dichos evangelios, como el resto de las Escrituras, son palabra de Dios Viva y Eficaz, con la luz, recibo también de ellos la fuerza para poner en práctica lo que Jesús me va enseñando.

El otro gran medio para crecer en la amistad con Jesús es la Eucaristía. Allí lo encontramos todo: la palabra de Dios y el Memorial de la gran obra de Dios en Jesucristo, del Gran Rescate operado por él en nuestro favor mediante su Encarnación, Vida, Pasión, Muerte, Resurrección, Ascensión al Cielo y envío del Espíritu Santo.

Todo, Palabra y Eucaristía, vivido en la Iglesia, en comunión con los hermanos que peregrinan conmigo y con el resto de los miembros del Cuerpo de Cristo, tanto los que desde la meta nos saludan y animan, como los que desde la antesala del Cielo van siendo preparados para contemplar al Señor cara a cara y reinar con él por siempre.

La investigación sobre Jesús

La investigación sobre Jesús

LOS LIBROS DE LA BIBLIA

La investigación sobre Jesús

tres etapas pasadas y el comienzo de la cuarta

En la investigación moderna sobre la figura de Jesús se distinguen tres etapas de «búsqueda» (en inglés quest) para alcanzar todo lo que podamos saber sobre la figura de Jesús

Primera etapa

Los filósofos del Siglo de las Luces (la Ilustración), a finales del siglo XVIII habían reaccionado duramente contra los evangelios, acusándoles de que eran narraciones que no podían aportar datos seguros sobre Jesús. Como reacción a este escepticismo radical, a comienzos del siglo XIX, una serie de autores centroeuropeos se proponen escribir las Vidas de Jesús (Renan). Son optimistas; buscan a Jesús como un maestro de vida moral. Sin embargo, uno de ellos se da cuenta de que sus resultados no valen, porque no encuentran a Jesús, sino las proyecciones sobre Jesús de lo que cada uno previamente piensa. El golpe definitivo lo dará un biblista protestante llamado Bultmann (1950-60), que desconfía de que los evangelios sean fuentes históricas. Para él no es importante acceder al Jesús de la historia; lo importante es la fe: predicar y creer que Jesús nos salva. Nace la separación entre el «Jesús de la historia» y el «Cristo de la fe».

Segunda etapa

Algunos discípulos de Bultmann (años 1970-80) reaccionan de nuevo, porque se dan cuenta de que la fe cristiana no se puede sustentar sobre una «fe pura», pero sin sujeto histórico. Es imprescindible conocer bien a Jesús:

  • qué enseñó,
  • qué hizo,
  • por qué lo mataron,
  • qué supone su resurrección.

Estos teólogos insisten mucho en que para acceder al «Jesús de la historia» hay que saber en qué se distanció Jesús tanto del judaísmo de su época (crítica de la Ley, del sábado, de la pureza legal) como de las confesiones posteriores de fe de la Iglesia (los títulos cristológicos).

 

Rudolf Bultmann (1884-1976)

Tercera etapa

Las escuelas anglosajonas, muchas de ellos norteamericanas, reaccionan a su vez contra estos teólogos centroeuropeos (años 1990-2000). Los resultados anteriores llevaban a un Jesús poco judío, fuera de un mundo real. Ahora investigan sobre su persona tanto filósofos, como historiadores, como antropólogos, economistas o arqueólogos. No son todos necesariamente cristianos o creyentes. Se busca al «hombre Jesús» en su ambiente del siglo I: su cultura, sus costumbres, su religión, su entorno social… Aparecen nuevos resultados, que nos dan nuevas perspectivas, pero siempre hay una pregunta que solucionar.

¿Cuarta etapa?

Aparecen continuamente nuevas investigaciones sobre Jesús. En los últimos años se propone proyectar nueva luz sobre la historicidad de los evangelios a partir de las bios que conocemos por autores griegos. Este puede ser un nuevo camino para «acceder» a Jesús; pero los creyentes vamos más allá porque queremos «encontrarnos» con Jesús. Podemos saber muchas cosas sobre Jesús, pero ¿su vida, su muerte y su resurrección, dan sentido a nuestras vidas? ¿Qué supone confesar hoy que Jesús es el Señor, el Salvador, el Hijo de Dios? No se puede separar la investigación sobre Jesús y el impacto que supone en la vida de las personas: la fe personal y eclesial.

Jesús es el señor

Jesús es el señor

Por Juan Sebastián Teruel

Al escribir estas palabras, resuena en mí el texto que escuchábamos estos días en el Evangelio: la confesión de fe de Cesarea de Filipo. Jesús realiza ese particular «sondeo general» a modo de encuesta a los discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?»; para, seguidamente, personalizar la pregunta: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (cf. Mc 8,27-30). Es decir, vosotros que habéis convivido estrechamente conmigo, que habéis «visto y oído», ¿qué pensáis de mí? Delante de Dios, ¿quién soy yo para vosotros? En cierta medida, la respuesta vital a esta pregunta es la clave de bóveda de nuestra identidad cristiana. Según respondamos vivencialmente a este interrogante, así se sustancia nuestra fe. No vale la respuesta de «manual».

Pedro responderá acertadamente: «Tú eres el Mesías» (Mc 8,29). Muy bien, respuesta acertada amigo Pedro, es la respuesta de una fe habitada. Pero Jesús le va a invitar a ir más allá, a ponerse detrás de él. Lo que parece un punto de llegada, señala el comienzo de un conocimiento del Señor más profundo, con una implicación personal que pondrá de relieve un «antes» y un «después».

En los últimos años se viene insistiendo en la necesidad de dotar a la catequesis de una mayor impronta kerygmática, que sea capaz de ir al corazón de la fe. «En la boca del catequista vuelve a resonar siempre el primer anuncio: “Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte”» (Francisco, Evangelii Gaudium, 164). Se nos pide ser facilitadores del encuentro con Jesús.

Siempre en camino, tiene una palabra que decir, una Buena Noticia que comunicar…

Para muestra, un botón. Tras el Bautismo, Jesús no espera a la orilla del río para que vengan a él, más bien despliega una gran actividad para salir al encuentro de las personas, para conectar con ellas, especialmente con los más vulnerables: pobres, enfermos, publicanos… Siempre en camino, tiene una palabra que decir, una Buena Noticia que comunicar y cualquier ocasión es buena para presentar el mensaje: lo que ve, lo que oye, lo que le piden, lo que ofrece, todo se convierte en trampolín para hablar del Reino de Dios y mostrarlo, sus acciones «hablan».

Todo empezó con un encuentro, algunas personas entraron en contacto con Jesús de Nazaret y se quedaron con él. Por este encuentro y por lo que se ponía en juego en la vida y la muerte de Cristo, sus vidas cobraron un nuevo sentido. A la catequesis, le toca hoy también favorecer y propiciar este encuentro, que de modo muy especial se produce por el contacto, la escucha y la proclamación de la Palabra de Dios. El encuentro con Jesucristo, la amistad con él se torna en la experiencia fundante y fundamental. La Palabra de Dios es la mejor guía para esta amistad, la catequesis ayudará también en este camino.

De diversos modos, familias, niños, jóvenes, adultos, a través de la catequesis de iniciación continúan pidiendo a la comunidad cristiana hoy, como aquellos griegos a Felipe: «Queremos ver a Jesús» (Jn 12,21). Expresan así la sana inquietud que caracteriza el corazón de todo ser humano. El texto de Juan nos dice que Felipe fue a decírselo a Andrés y, ambos, a Jesús. ¡Qué importante es este «llevar y contar» a Jesús! Contarle lo que pasa y lo que nos pasa. Animarnos a ser portavoces de esa gran y buena noticia.

También nosotros queremos verle, que es lo mismo que decir: Jesús, queremos conocerte, queremos ser tus amigos, queremos ser de los tuyos. Concebir como un acto de amor en sí mismo el hecho de anunciar el Evangelio. Eso sí, siendo conscientes de que solo será creíble y digno de fe si ese anuncio se realiza, en fondo y en forma, en la lógica del don y del amor. En el discurso del papa Francisco a los catequistas en el Congreso Internacional sobre la catequesis nos decía: «El corazón del catequista vive siempre de este movimiento de “sístole y diástole”: unión con Jesús y encuentro con el otro. Son las dos cosas: me uno a Jesús y salgo al encuentro con los otros» (27-09-2013). En la lógica del don: recibo y acojo, encuentro y ofrezco.

Solo el que ama puede salvar y podemos vivir en y de esa fe en el Hijo de Dios que «me amó y se entregó por mí» (Gál 2,20). Es el amor del que llega hasta el final (la cruz), como los verdaderos amigos que siempre están ahí, a fondo perdido. Por encima de nuestras contradicciones y fragilidades, el único callejón sin salida, la única caída definitiva es no confiar en Él: no dejarse ayudar.

Cristo ha resucitado: ¡Él vive!, puede hacerse presente en nuestras vidas e iluminarlas. Jesús es el eterno viviente: el mal, la negatividad, la violencia, el sufrimiento, el pecado, la muerte, no tienen la última palabra. Con Él podemos mirar hacia adelante porque Él nos ofrece vida y vida en abundancia. Con Él y detrás de Él vamos bien. Doblemos un poco la rodilla de nuestro orgullo y que nuestra lengua y toda nuestra vida proclame: «Jesucristo es Señor, para gloria de Dios padre» (Flp 2,11).

La pregunta decisiva: ¿quién es Jesús?

La pregunta decisiva: ¿quién es Jesús?

1. Vosotros, ¿quién decís que soy yo? (Mc 8,27-30)

Maestro en el camino. Toma la iniciativa

Jesús salió con sus discípulos hacia las aldeas de Cesarea de Filipo y por el camino les preguntó:

La opinión de la gente

-¿Quién dice la gente que soy yo?
Ellos le contestaron:

Juan gozaba de gran prestigio

-Unos, que Juan el Bautista;

Elías anuncia la llegada del Mesías

otros, que Elías;

El profeta es un título de prestigio

y otros, que uno de los profetas.

La pregunta sobre Jesús es personal

Él siguió preguntándoles:
-Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Pedro confiesa a Jesús

Pedro le respondió:
-Tú eres el Mesías

Un final extraño

Entonces Jesús les prohibió terminantemente que hablaran a nadie acerca de él.

Estos versículos del evangelio de Marcos ocupan el centro de su evangelio. Si el evangelio está dividido en dieciséis capítulos, estamos poco más o menos en el centro (capítulo octavo). Esto es importante, porque nos dice que Marcos quiso colocar la pregunta sobre quién es Jesús en medio de su narración, dándole un carácter señalado.

Al comienzo del evangelio, Marcos dice en su título: «Comienzo del evangelio de Jesús, Mesías, Hijo de Dios» (Mc 1,1). Pedro, en medio del evangelio, lo confiesa como «Mesías» (Mc 8,29). El discípulo debe responder a esta pregunta central: ¿Quién es Jesús? Si ahora nos vamos al final del evangelio, vemos cómo a los pies de la cruz, el centurión romano confiesa a Jesús como «Hijo de Dios» (Mc 15,39). Pedro es judío, el centurión es romano. La confesión de fe va más allá de la pertenencia al pueblo elegido; cualquier persona, de cualquier raza o nación, puede confesar a Jesús.

2. Los títulos insuficientes

En los evangelios encontramos distintas visiones de Jesús que son insuficientes. En el texto que leemos hoy, vemos que para unos es Juan Bautista que ha vuelto a la vida. Algunos, ante el enorme prestigio de Juan, que había sido ejecutado por Herodes, podían pensar que había regresado de forma portentosa. Sin embargo, en los evangelios queda claro que Juan Bautista precede a Jesús y lo anuncia, pero no es el Mesías.

Otros dicen que es Elías. En el judaísmo contemporáneo de Jesús, esperaban que antes de que llegara el Mesías, el profeta Elías regresaría. Recordemos que según la tradición bíblica, Elías no murió como todos, sino que fue arrebatado al cielo.

Por último, algunos dicen que Jesús era «un profeta». Este título gozaba así mismo de gran prestigio, pero es insuficiente para decir quién es Jesús. En el evangelio de Lucas, en distintos lugares aparece Jesús como «profeta»:

  • Ningún PROFETA es bien recibido en su tierra» (Lc 4,24).
  • Un gran PROFETA ha surgido entre nosotros» (Lc 7,16). Después de resucitar al hijo de la viuda de Naín).
  • Simón el fariseo critica a Jesús diciendo: «Si este fuera PROFETA, sabría qué clase de mujer le está tocando» (Lc 7,39).
  • Herodes Antipas oye distintas versiones sobre Jesús. Una de ellas sostiene que es «uno de los antiguos PROFETAS que ha resucitado» (Lc 9,8).
  • Jesús pregunta a sus discípulos quién dice la gente que es él. Le contestan: «uno de los antiguos PROFETAS que ha resucitado» (Lc 9,19).
  • Jesús dice de sí mismo antes de entrar en Jerusalén: «Es impensable que un PROFETA muera fuera de Jerusalén» (Lc 13,13).
  • Los discípulos de Emaús, le dicen a Jesús antes de reconocerlo, «Jesús el nazareno, que fue un PROFETA poderoso en obras y palabras» (Lc 24,19)

Si bien en algunos círculos pudieron poner a Jesús en línea de continuidad con los profetas (como hace hoy en día el islam), este título es claramente insuficiente. Jesús es mucho más que un «profeta», si bien destacó por su intimidad con Dios y su libertad para obrar y hablar, defendiendo siempre a los más débiles y empobrecidos.

3. Los títulos de Jesús

Jesús recibe distintos títulos. Ninguno agota quién es Jesús. Todos son distintos, todos son necesarios, todos son complementarios.

El evangelio de Mateo repite, principalmente, dos títulos de Jesús: el de Mesías y el de Hijo de David. Debemos recordar que san Mateo dirige su evangelio a judíos. Ambos títulos recogen una sensibilidad concreta: si Jesús es el Mesías, pertenece a la Casa de David.

El evangelio de Marcos, presenta su evangelio a los cristianos de Roma. Jesús es el «ungido por Dios» (Cristo). Es profundamente humano, como nosotros (Hijo del Hombre), pero su origen y su misión proceden de Dios, porque es el «Hijo de Dios».

El evangelio según san Lucas insiste en dos títulos distintos. Se dirige a cristianos de cultura urbana griega; muchos de ellos viven en las complejas ciudades de la Anatolia (hoy Turquía), marcadas por el paganismo. Jesús es el «Salvador»; los dioses paganos no salvan. Jesús es el único Señor; no lo son los gobernantes, ni los emperadores.

El evangelio de san Juan, por fin, se dirige a unas comunidades con procedencia judía, pero a la vez de alto nivel intelectual. Dios ha pronunciado muchas palabras (desde el Génesis, su palabra es creadora, eficaz.

4. Cristo y Mesías

Son dos términos sinónimos. Mesías significa «ungido» en hebreo. Cristo significa «ungido» en griego. La unción se realizaba con aceite que se derramaba sobre la cabeza. El ungido es elegido por Dios y tiene una misión que llevar adelante en su pueblo. Una misión de liberación de los enemigos, de gobierno en justicia y libertad, de santificación.

El pueblo de Israel esperaba que llegara este «ungido de Dios». Jesús, confiesa Pedro y confiesan los discípulos, es el Mesías, el Cristo, el Ungido por Dios. Él es el Señor, el Salvador.

Los evangelios como una Bios de Jesús

Los evangelios como una Bios de Jesús

Por Emili Marlès

Una gran pregunta ha acompañado el estudio de los evangelios a lo largo del siglo XX: ¿los evangelios son un acceso verdadero al Jesús real? Esta pregunta se origina a causa de varios descubrimientos que desafiaron la historicidad de los evangelios. Unos de ellos es el hecho que los evangelios se escribieron varias décadas después de la muerte de Cristo y que durante esas décadas la transmisión de las tradiciones sobre Jesús se hizo de forma oral (con la posible deformación de la información original). Otro aspecto que llevó a la sospecha, es la constatación que los evangelios son escritos por personas que creían en Jesús y que los escribían para ayudar a la fe de otros. Esta fe, ¿hizo que se exageraran los dichos y hechos sobre Jesús? Esta sospecha está bien presente en nuestra cultura, solo hay que recordar el impacto que tuvo la obra El Código da Vinci de Dan Brown en la que se ponía en entredicho la fiabilidad de los evangelios canónicos.

Hay que decir, que estamos en una época muy interesante respecto al acceso al Jesús histórico. Algunos descubrimientos realizados en la década de 1.990 y a principios del S. XXI han cambiado significativamente el panorama sobre el Jesús histórico. Tanto que algunos hablan de una 4ª etapa del acceso al Jesús histórico. En lo que sigue, iremos señalando algunas de las nuevas aportaciones.

En el año 1992 Richard A. Burridge publicó una obra que ha tenido una gran influencia ¿Qué son los evangelios? En ella compara los 4 evangelios canónicos con las biografías greco-romanas (bios en griego) que tienen su explosión alrededor del siglo I (el mismo siglo en que se escriben los evangelios). El trabajo de Burridge llevó a superar la difundida tesis de R. Bultmann que postulaba que los evangelios eran un género literario de nueva creación sin ningún parangón con la literatura de su época. Burridge demuestra convincentemente que los evangelistas cuando escriben sus obras quieren hacer una bios sobre Jesús, y que precisamente el estudio de la historicidad de las bios nos dará unos criterios muy interesantes para aplicarlos a los evangelios.

Algunos descubrimientos realizados en la década de 1.990 y a principios del S. XXI han cambiado significativamente el panorama sobre el Jesús histórico.

El género de un libro tiene una gran importancia, ya que nos da una clave de interpretación sobre su contenido. Por ejemplo, si uno lee una tesis doctoral sobre historia, espera que las afirmaciones históricas estén bien refrendadas con frecuentes referencias a documentos históricos concretos, ya que en un trabajo científico de este tipo exigimos la exactitud. Si pensamos en un artículo de una revista de divulgación histórica, a este le pediremos precisión, aun sabiendo que ni encontraremos tantas citas ni nos detallará todos los matices para interpretar el momento histórico que estudia (aunque sí esperamos que aparezcan los más destacados). El panorama cambia cuando leemos una novela histórica: sabemos que el contexto de la novela, mayormente, se ajustará al momento histórico que relata, aunque presuponemos que la trama de la novela es fruto de la imaginación del autor.

Saber que los evangelios se quieren enmarcar en las bios, nos da una clave de interpretación imprescindible. Por ejemplo, nos sorprende que en los evangelios se dé tan poca importancia a la infancia de Jesús (dos capítulos en Mt y Lc, y ninguna referencia en Mc y Jn) pasándose rápidamente a su edad adulta. Pues esta es la tendencia común en las bios. En ellas lo que interesa es la vida pública de la persona biografiada, ya que fueron sus obras de adultez las que le han hecho una persona destacada por su impacto social. Las bios pueden empezar con alguna referencia a la infancia, pero esta es siempre muy escasa. Si se recuerda algún episodio de la infancia es porque en él se anticipa alguna actitud que destaca en su edad adulta. Por ejemplo, en la bios sobre Alejandro Magno escrita por Plutarco, se nos refiere un episodio en el que el adolescente Alejandro es capaz de montar un caballo indómito, que anteriormente ninguno de los amigos de su padre fueron capaces de domar (aun siendo grandes jinetes). El rey Filipo (padre de Alejandro) sorprendido y en lágrimas le dice «busca hijo mío un reino igual a ti, porque en Macedonia no cabes». Este hecho se recuerda en la bios porque anticipa la capacidad que tendrá Alejandro Magno de triunfar y someter a una multitud de reinos y pueblos que parecían indomables. Esta clave interpretativa de las bios sobre la infancia nos da elementos muy interesantes para comprender por qué hay tan poco interés en la infancia de Jesús y también por qué solo se recogen algunos elementos que, en muchos casos, son anticipo de lo que sucederá después en la vida de Jesús.

Aquello que se busca en una bios es captar la personalidad del biografiado, y si la persona es un pensador también se ofrece un compendio de su pensamiento. El autor busca poner de manifiesto la grandeza de su protagonista para que sirva de ejemplo y estímulo para el lector. Por eso Plutarco advierte a sus lectores que no busquen en su obra las batallas más destacadas de Alejandro Magno ya que lo que él pretende es que emerja el genio de Alejandro, sabiendo que «[no] es en las acciones más ruidosas en las que se manifiestan la virtud o el vicio, sino que muchas veces un hecho de un momento, un dicho agudo y una niñería sirven más para pintar un carácter que batallas en que mueren millares de hombres, numerosos ejércitos y sitios de ciudades. Por tanto, así como los pintores toman para retratar las semejanzas del rostro y aquellas facciones en que más se manifiesta la índole y el carácter, cuidándose poco de todo lo demás, de la misma manera debe a nosotros concedérsenos el que atendamos más a los indicios del ánimo, y que por ellos dibujemos la vida de cada uno, dejando a otros los hechos de grande aparato y los combate». Por tanto, no es de extrañar que en los evangelios no se explique todo lo que hizo Jesús, sino que su objetivo es el de mostrar su impactante personalidad, así como compendiar sus enseñanzas.

Si los evangelios son escritos dentro de la estela de las bios, entonces nos tendremos que preguntar, qué fiabilidad histórica se espera de una bios. ¿Es un género que busca la exactitud o permite que se den licencias históricas? Para todo esto ayuda mucho el trabajo de Samuel Byrskog en su obra Story as History en la que estudia los criterios de los historiadores greco-romanos para evaluar la fiabilidad histórica de una obra. Byrskog muestra que una característica común es que el mejor momento para estudiar un periodo histórico es mientras exista «memoria viva», es decir, mientras todavía haya personas que han vivido los hechos ocurridos. Por ejemplo, en España todavía hay memoria viva de la guerra civil española, ya que aún podemos encontrar personas que la vivieron, pero ya no tenemos memoria viva de la guerra de Cuba. El interés de la memoria viva se encuentra en que podemos encontrar testigos oculares de los hechos. La tarea del historiador es buscar a esas personas para hacerles preguntas sobre lo ocurrido, sabiendo que no todos los testimonios oculares tienen el mismo valor: si una persona se encontraba en una posición de decisión clave de ese suceso será una mejor fuente de información que la que te puede ofrecer un mero observador, ya que la gente interesada recuerda mejor las cosas y te puede explicar mejor el porqué de ellas. La tarea del historiador es la de preguntar y contrastar las versiones para ver cuál se adecua más a la realidad. El historiador antiguo, a diferencia del actual, es muy crítico con aquellos colegas suyos que dependen largamente de las fuentes escritas.

Con todo esto en mente podemos entender mucho mejor el prólogo del evangelio de Lucas, en el que el autor nos cita las fuentes utilizadas para escribir su evangelio, destacando que ha consultado aquellos que fueron testigos oculares y que después dedicaron su vida al anuncio del Evangelio: «Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo he resuelto escribírtelos por su orden, ilustre Teófilo, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido» (Lc 1,1-4). Es decir que los evangelios se escriben cuando se está acabando la memoria viva sobre Jesús, pero en la que todavía existían testigos oculares. Y de este modo Lucas quiere mostrar la fiabilidad de su relato.