Pero, ¿tú crees en Dios?

Pero, ¿tú crees en Dios?

PERO, ¿TÚ CREES EN DIOS?

   por Nuria Andaluz Muñoz

      

Esta pregunta tan corta y tan sencilla; ¿sencilla?, o más bien profunda, me la hacen con frecuencia algunos de mis alumnos de 1º de la ESO en clase de religión. Me miran entre el asombro y el estupor cuando les hablo de las parábolas, de los milagros, de la vida y muerte de Jesús de Nazaret… para algunos de ellos es «su primera vez». La primera vez que oyen hablar de Dios.

Con respuestas sencillas intento que abran sus ojos a una nueva «experiencia» que les cuestione; con ejemplos cotidianos van descubriendo cómo actuaba Jesús y cómo podemos actuar nosotros; jugando aprenden a utilizar la Biblia; actualizando el lenguaje y con ejemplos actuales, pueden entender las parábolas; con un periódico pueden descubrir los distintos tipos de lenguaje que se pueden utilizar, también en los evangelios; con textos del Evangelio aprenden a apreciar el valor de los amigos, de la familia… en el día a día de una clase de religión, con imaginación, creatividad y trabajo, todo son posibilidades; y si al finalizar la clase, he sido capaz de conseguir que alguno de mis alumnos se haga o me haga preguntas sobre la existencia de Dios, ¡vamos por buen camino!

Pero luego, en la tranquilidad de mi casa, revisando lo que ha ido sucediendo a lo largo del día, me pregunto: «Pero yo ¿creo en Dios?» y, sobre todo, «¿en qué Dios creo?». Porque si uno se deja llevar por el día a día, todo son dificultades para encontrarse con Dios: las ocupaciones familiares, el trabajo, los estudios, los amigos…, ocupan la mayor parte de nuestro tiempo; las prioridades que nos vamos imponiendo y que a veces no son las más importantes; incluso algunas noticias que escuchamos en los medios de comunicación que afectan de manera negativa a la Iglesia… y ¡cuidado! ¿Cuánto hace que no dedico tiempo a la oración? ¿Cuál fue el motivo por el que no fui a misa el domingo? ¿Cuáles son las prioridades en mi vida diaria? ¿Pienso en Dios en algún momento del día? Siempre hay algún motivo que nos tranquiliza, alguna justificación para el por qué hacemos o dejamos de hacer las cosas.

En esos momentos de reflexión personal, recordando a mis alumnos, intento re-abrir los ojos a esa nueva «experiencia» que me cuestione, volver a descubrir que quiere Dios de mí, cómo me habla para que le escuche. Él siempre está ahí, siempre me responde, pase el tiempo que pase, haga lo que haga ¿Cómo?

Con un gesto tan ordinario y cotidiano como abrir un libro, pero no cualquier libro, sino la Palabra. Desde la Biblia, Dios se «mete» en mi vida, me habla, me interpela y si yo estoy dispuesta para la escucha, se comunica conmigo. Haciendo una lectura creyente de la Palabra de Dios, soy capaz de percibir lo que espera de mí, aunque a veces no es lo que quiero ni lo que espero. También reconozco que en algunas ocasiones hago oídos sordos, pero Él insiste, espera mi respuesta, tiene paciencia, ¡me quiere! y antes este amor ¿Cómo no voy a creer en Dios?

Creemos en Cristo Jesús

Creemos en Cristo Jesús

Creemos en Cristo Jesús

   por Mons. Julián Ruiz Martorell

            Obispo de Huesca y de Jaca

Saludamos con alegría la iniciativa de una nueva publicación, titulada Biblia viva, que genera expectativas desde su primer número en el que se presenta un acercamiento a la persona de Jesús.

¿Quién es Jesús? Esta es una gran pregunta que atraviesa la historia y que ha encontrado diversas respuestas. Para los cristianos, no es una pregunta más, sino la cuestión determinante en nuestra vida y misión.

En el episodio del ciego de nacimiento descrito en el evangelio según san Juan (Jn 9,1-40) observamos un crecimiento.

1) Hay un primer momento en que al ciego de nacimiento se le pregunta: «¿Dónde está Jesús?»; y él dice: «No lo sé». Cuando a los padres se les pregunta si realmente su hijo era ciego, ellos dicen: «No sabemos cómo ha recuperado la vista, no sabemos quién le ha curado». Y aquellos que acechan a Jesús y al ciego de nacimiento, en otro momento, dicen: «Ese (a propósito de Jesús) no sabemos de dónde viene». Hay un primer nivel de ignorancia. Hay un primer nivel de no saber. No se trata simplemente de una ignorancia racional, sino, más bien, de una falta de experiencia y de encuentro con Jesús.

2) Pero el ciego de nacimiento da un paso más. Cuando se le sigue preguntando, afirma sobre Jesús: «Es un profeta». Profeta no es el que predice el futuro o vaticina el porvenir. Profeta es el que comunica una palabra que no es suya, una palabra que viene de lo alto. Jesús no es simplemente uno más en la lista de los profetas: es la profecía hecha persona, es aquel que comunica una palabra que es Él mismo porque en Él se identifica la vida con el mensaje, se identifica el ser con la palabra, lo que hace y quién lo realiza.

3) Pero llegará otro momento aún más decisivo: cuando, al final del texto Jesús se acerca a quien había sido milagrosamente curado y le invita en un diálogo a profundizar en esta relación, hasta que el ciego de nacimiento dice, finalmente: «Creo, Señor», y se postró ante Él. Ahí está el momento decisivo: creer, que significa apoyarse. Apoyarnos en Cristo, piedra viva, y postrarnos delante de Él. Y esto no es simplemente estar en su presencia, sino ser con Él, desde Él.

San Juan Pablo II afirmaba en la Carta apostólica Novo Millennio Ineunte que el testimonio cristiano será deficiente si no somos contempladores del rostro de Cristo, si no tenemos la mirada puesta en Él. Por eso, escribía: «La contemplación del rostro de Cristo se centra sobre todo en lo que de él dice la Sagrada Escritura que, desde el principio hasta el final, está impregnada de este misterio, señalado oscuramente en el Antiguo Testamento y revelado plenamente en el Nuevo, hasta el punto que san Jerónimo afirma con vigor: “Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo mismo”» (NMI 17).

Biblia Viva

Al leer las páginas de esta novedosa iniciativa en forma de revista nos encontramos con el elemento decisivo: la centralidad de Jesús. Y descubrimos la necesidad de crecer en el encuentro con Él. Un crecimiento en intensidad y profundidad. Un crecimiento en el que nos acompañarán las páginas de esta publicación a cuyos responsables felicitamos por su trabajo.

Introducción al Evangelio de Lucas (para fortalecer tu fe)

Introducción al Evangelio de Lucas (para fortalecer tu fe)

Lucas escribe su Evangelio hacia finales del siglo I de nuestra era, en torno a los años 80-90 d.C. Su relato es un proyecto ambicioso, porque no solo nos quiere contar los hechos y dichos de Jesús sino cómo la primera comunidad cristiana prosiguió la misión iniciada por el Señor. Esto lo cuenta en el libro de los Hechos de los Apóstoles que es la continuación de su Evangelio. Pero volvamos al relato inicial, al Evangelio. Lucas escribe no desde Palestina sino, posiblemente, desde alguna ciudad de Acaya que era una región de Grecia. Los destinatarios de su Evangelio son principalmente cristianos que viven fuera de Palestina, en las ciudades del Imperio romano. Un mundo cultural y religioso muy alejado del judaísmo en el cual predicó Jesús, mundo en el cual los cristianos aún eran una minoría. En ese mundo pagano el escrito de Lucas podía servir como una estupenda catequesis para anunciar a Jesús a quienes aún no lo conocían. Había que ir a todas las naciones, así se lo había pedido el Señor a los suyos. Lucas con su obra pretende que sean muchos los que puedan conocer la Buena Noticia sin importar donde vivan o qué lengua hablen.

En los 24 capítulos del Evangelio Lucas nos hace un recorrido completo por la vida de Jesús que empieza en su infancia (capítulos 1-4), aborda largamente su ministerio público (capítulos 4-19) para concluir con el relato de la Pasión, es decir, los acontecimientos de la muerte y resurrección del Señor (capítulos 22-24). Todo el relato de este Evangelio inicia y termina en la ciudad santa de Jerusalén. Si te aventuras a leer este evangelio –cosa que ojalá hagas- acompañarás a Jesús en el camino. Desde Galilea pasarás por Samaría y llegarás hasta Jerusalén. Y este viaje para ti, como para los discípulos, no será un viaje más, será un viaje catequético. Por más de diez capítulos del Evangelio escucharemos a Jesús predicar, curar, sanar, relatar sus parábolas. Sí, en este camino hacia Jerusalén Jesús se hace Palabra. Una Palabra que prepara a los suyos.

Si quieres conocer a Jesús tal como nos lo presenta Lucas tienes que andar este camino con Él. Aquí escucharás a Jesús hablar de temas tan queridos para él como: el Espíritu Santo, el papel de la Virgen María, la oración, los pobres, la alegría cristiana, el seguimiento de Jesús, la consecuencias éticas para la vida cristiana de este seguimiento, la misericordia, el Reino de Dios
todos estos son los temas teológicos de su Evangelio. 

Reptaquam, aut ut eos est ditiis sus. Ucipiciet ommo blantur Nam, sit untiumq uiandae necab ium fugia

No encontrarás en Lucas largos discursos incomprensibles sobre el ser de Dios. Nos hará comprender fácilmente cómo Dios es capaz de perdonar nuestro pecado y abrazarnos sin rencor alguno. Basta leer la parábola del Hijo pródigo para entender esto (Lc 15). Lucas quiere hacer comprensible y deseable a Dios, por eso utiliza repetidamente en su Evangelio el género de las parábolas. Contamos veintiocho parábolas en su Evangelio, once las comparte con los evangelistas Marcos y Mateo y diecisiete son propias de Lucas. Cada una de ellas son joyas de la espiritualidad evangélica. ¿Quién no desearía ser en su vida ser siempre como aquél buen samaritano de la parábola (Lc 10,30-37)? Practicar la misericordia es uno de los grandes ejes teológicos de este Evangelio. Y esto porque Lucas nos quiere mostrar que la misericordia es uno de los atributos fundamentales de Dios. Pues así es Dios nos querrá decir Lucas. Y así podríamos seguir con cada parábola. 

Te podría dar otros datos de este Evangelio, explicarte más cada uno de sus núcleos teológicos. Pero quizás te cansaría. Lucas dedicó su obra a Teófilo (Lc 1,3) no sabemos precisamente si Teófilo fue un personaje real, quizás el mecenas de Lucas, o si más bien es un nombre simbólico. La etimología de Teófilo significa «amigo de Dios», quizás Lucas dedicó su evangelio a todos los que buscan esa amistad con Dios. Entre los cuales estarás probablemente tú, querido lector.

Lucas, con su obra, perseguía fortalecer la fe de todos los amigos de Dios. Para que nunca olvidaran –olvidáramos– que Cristo es nuestro Salvador (Lc 2,11). Y que ante las dificultades, ante las vicisitudes de la vida nos llama e invita a no desfallecer. Conviene no olvidar nunca esas palabras de Jesús: «No tengas miedo» (Lc 5,10). Porque la vida con miedo no merece la pena ser vivida. Porque el amor expulsa el temor, y la vida vivida al lado de Jesús cobra todo el sentido.

El Dios de la ternura, el Dios de la misericordia que Jesús nos anunció y Lucas nos ha recogido en su Evangelio nos está esperando. Te invito a leer este Evangelio no para saber más cosas de Jesús, sino para amarlo y seguirlo mejor. En la hora actual de nuestra Iglesia se nos invita a ser una «Iglesia en salida». Se nos invita a ir al encuentro de los que se fueron o de los que nunca han venido y mostrarles el rostro misericordioso de Dios manifestado en Jesucristo. Qué duda cabe que es una invitación noble y que participa de esa misma pasión evangelizadora que vivió Lucas en el siglo I de nuestra era. Pero antes, debemos encontrarnos personalmente con Jesús. Él te espera. Empieza por la primera página del Evangelio de Lucas. No te arrepentirás. Cordialmente, tu amigo.

¿DE QUÉ HABLABAIS POR EL CAMINO?

¿DE QUÉ HABLABAIS POR EL CAMINO?

Cuando te hemos recogido haciendo autostop, en el coche íbamos oyendo música y habíamos escuchado una vieja canción de Silvio Rodríguez: «A dónde van». ¿La conoces? Es bella y triste, lo que no necesariamente tiene que ir junto, porque a veces pensamos que sólo lo triste puede ser bello. Pero en este caso la canción es las dos cosas, porque habla de la nostalgia y el dolor por la pérdida. Y de la sed de sentido: «¿a dónde van las palabras, las miradas, las pequeñas cosas de la vida?», se pregunta.

La escuchábamos y nos pusimos a hablar de gente a la que hemos querido y que ya no está. Y de lo mucho que la echamos de menos. ¿A dónde va todo ese amor que tuvimos? ¿Adónde fueron nuestras ilusiones? ¿y todo el esfuerzo que pusimos en algunos proyectos? ¿de qué nos sirvió soñar en algunos momentos? Y nos decíamos que no sabemos más que hacernos preguntas, porque nos gustaría entender algunas cosas y más bien parece que no comprendemos nada. Y por encima de todo (o de nada) que por qué tenemos que sufrir o pasarlo mal. Por ejemplo, ¿a dónde van las vidas de toda esa gente huyendo de las guerras, malviviendo encerrados en los campos de refugiados, vagando por el mundo en busca de algo que darle a sus hijos? ¿A dónde irán todas sus historias, su lucha personal y su trabajo?

Yo me acordaba de la hija de una amiga. Se lo contaba a este. Nació con parálisis cerebral y sobrevivió con muchas dificultades hasta los ocho años o así (no recuerdo exactamente).

NO PODEMOS DEJAR DE HACERNOS ESAS PREGUNTAS, INCLUSO CUANDO LAS CALLAMOS.

Cuando falleció acudí a su casa a acompañar a la madre. La niña estaba todavía en su cama, como definitivamente dormida y aún llevaba puesta la sonda nasogástrica que le había alimentado toda su corta vida. Me fijé que tenía fuertemente cerrado el puño de una mano, como el rescoldo de todo el esfuerzo con que se había agarrado durante esos años a la vida. O quién sabe, quizás como un discreto y sencillo gesto de protesta. ¿A dónde va la historia de esa pequeña y la de su madre? ¿a dónde su lucha con la enfermedad, con el dolor, con el olvido?

Cuando paramos para recogerte íbamos comentado la necesidad que algunos tenemos de preguntarnos todo eso. No digo que tengamos la respuesta, eh. Simplemente que no podemos dejar de hacernos esas preguntas (incluso cuando las callamos). Y que a veces lo único que nos queda es expresarlas o reconocerlas en un poema o una canción, como la que habíamos escuchado. Al verte en el camino haciendo dedo nos dijimos, con un deje de escepticismo y mucha guasa: «mira, este tiene pinta de haber estudiado, igual tiene la respuesta a todo esto. ¿Lo cogemos?». Y nos entró la risa.

PRESENTACIÓN

PRESENTACIÓN

La revista que tienes en tus manos, amigo lector, consta de seis apartados: tres apartados dedicados a la Biblia como PALABRA DE DIOS

  • Vivir la palabra: la vida precede a la Palabra, la Palabra ilumina la vida.
  • Estudiar la palabra: el texto, los términos, sus sentidos, su dimensión eclesial
  • Orar la palabra: escuchar para creer, para alabar, para anunciar.

Dos apartados didácticos o instrumentales

Los libros de la Biblia: una presentación breve pero enjundiosa.

Recursos: propuestas, actividades, sugerencias, esquemas.

El séptimo y último apartado pretende un acercamiento a la Biblia desde las anécdotas, las curiosidades e incluso desde el juego. Su título es «PONTE A PRUEBA».

¿En quién estamos pensando al escribir estas páginas? En un público amplio que tenga «sed» de conocer la Biblia como Palabra de Dios. Pensamos en padres de familia y en catequistas. Pensamos en profesores y en personas que pertenecen a un grupo en la parroquia. Pensamos también en personas que no están en ninguno de estos apartados anteriores, pero tienen un interés real por la Biblia: les interesa, quieren leer, quieren saber.

Por eso mismo, por ser los destinatarios un grupo amplio, hemos buscado explícitamente un lenguaje sencillo, evitando palabras complicadas o tecnicismos. Pero esto no quiere decir que el contenido no sea riguroso, serio, profundo. Quiere decir, sencillamente, que queremos llegar a la mayor cantidad de personas posible.

Como podrás leer en el primer artículo de esta revista, nace en un proyecto más amplio y más ambicioso de la Sociedad de San Pablo: el «El Centro Bíblico San Pablo». Nosotros estamos a su servicio, muy atentos a cuanto podáis necesitar para conocer la Biblia y hacerla accesible a mucha gente que bien la desconoce, bien la conoce pero no ha entrado en su corazón profundo y cordial. Con mis mejores deseos.