Por Emili Marlès

Una gran pregunta ha acompañado el estudio de los evangelios a lo largo del siglo XX: ¿los evangelios son un acceso verdadero al Jesús real? Esta pregunta se origina a causa de varios descubrimientos que desafiaron la historicidad de los evangelios. Unos de ellos es el hecho que los evangelios se escribieron varias décadas después de la muerte de Cristo y que durante esas décadas la transmisión de las tradiciones sobre Jesús se hizo de forma oral (con la posible deformación de la información original). Otro aspecto que llevó a la sospecha, es la constatación que los evangelios son escritos por personas que creían en Jesús y que los escribían para ayudar a la fe de otros. Esta fe, ¿hizo que se exageraran los dichos y hechos sobre Jesús? Esta sospecha está bien presente en nuestra cultura, solo hay que recordar el impacto que tuvo la obra El Código da Vinci de Dan Brown en la que se ponía en entredicho la fiabilidad de los evangelios canónicos.

Hay que decir, que estamos en una época muy interesante respecto al acceso al Jesús histórico. Algunos descubrimientos realizados en la década de 1.990 y a principios del S. XXI han cambiado significativamente el panorama sobre el Jesús histórico. Tanto que algunos hablan de una 4ª etapa del acceso al Jesús histórico. En lo que sigue, iremos señalando algunas de las nuevas aportaciones.

En el año 1992 Richard A. Burridge publicó una obra que ha tenido una gran influencia ¿Qué son los evangelios? En ella compara los 4 evangelios canónicos con las biografías greco-romanas (bios en griego) que tienen su explosión alrededor del siglo I (el mismo siglo en que se escriben los evangelios). El trabajo de Burridge llevó a superar la difundida tesis de R. Bultmann que postulaba que los evangelios eran un género literario de nueva creación sin ningún parangón con la literatura de su época. Burridge demuestra convincentemente que los evangelistas cuando escriben sus obras quieren hacer una bios sobre Jesús, y que precisamente el estudio de la historicidad de las bios nos dará unos criterios muy interesantes para aplicarlos a los evangelios.

Algunos descubrimientos realizados en la década de 1.990 y a principios del S. XXI han cambiado significativamente el panorama sobre el Jesús histórico.

El género de un libro tiene una gran importancia, ya que nos da una clave de interpretación sobre su contenido. Por ejemplo, si uno lee una tesis doctoral sobre historia, espera que las afirmaciones históricas estén bien refrendadas con frecuentes referencias a documentos históricos concretos, ya que en un trabajo científico de este tipo exigimos la exactitud. Si pensamos en un artículo de una revista de divulgación histórica, a este le pediremos precisión, aun sabiendo que ni encontraremos tantas citas ni nos detallará todos los matices para interpretar el momento histórico que estudia (aunque sí esperamos que aparezcan los más destacados). El panorama cambia cuando leemos una novela histórica: sabemos que el contexto de la novela, mayormente, se ajustará al momento histórico que relata, aunque presuponemos que la trama de la novela es fruto de la imaginación del autor.

Saber que los evangelios se quieren enmarcar en las bios, nos da una clave de interpretación imprescindible. Por ejemplo, nos sorprende que en los evangelios se dé tan poca importancia a la infancia de Jesús (dos capítulos en Mt y Lc, y ninguna referencia en Mc y Jn) pasándose rápidamente a su edad adulta. Pues esta es la tendencia común en las bios. En ellas lo que interesa es la vida pública de la persona biografiada, ya que fueron sus obras de adultez las que le han hecho una persona destacada por su impacto social. Las bios pueden empezar con alguna referencia a la infancia, pero esta es siempre muy escasa. Si se recuerda algún episodio de la infancia es porque en él se anticipa alguna actitud que destaca en su edad adulta. Por ejemplo, en la bios sobre Alejandro Magno escrita por Plutarco, se nos refiere un episodio en el que el adolescente Alejandro es capaz de montar un caballo indómito, que anteriormente ninguno de los amigos de su padre fueron capaces de domar (aun siendo grandes jinetes). El rey Filipo (padre de Alejandro) sorprendido y en lágrimas le dice «busca hijo mío un reino igual a ti, porque en Macedonia no cabes». Este hecho se recuerda en la bios porque anticipa la capacidad que tendrá Alejandro Magno de triunfar y someter a una multitud de reinos y pueblos que parecían indomables. Esta clave interpretativa de las bios sobre la infancia nos da elementos muy interesantes para comprender por qué hay tan poco interés en la infancia de Jesús y también por qué solo se recogen algunos elementos que, en muchos casos, son anticipo de lo que sucederá después en la vida de Jesús.

Aquello que se busca en una bios es captar la personalidad del biografiado, y si la persona es un pensador también se ofrece un compendio de su pensamiento. El autor busca poner de manifiesto la grandeza de su protagonista para que sirva de ejemplo y estímulo para el lector. Por eso Plutarco advierte a sus lectores que no busquen en su obra las batallas más destacadas de Alejandro Magno ya que lo que él pretende es que emerja el genio de Alejandro, sabiendo que «[no] es en las acciones más ruidosas en las que se manifiestan la virtud o el vicio, sino que muchas veces un hecho de un momento, un dicho agudo y una niñería sirven más para pintar un carácter que batallas en que mueren millares de hombres, numerosos ejércitos y sitios de ciudades. Por tanto, así como los pintores toman para retratar las semejanzas del rostro y aquellas facciones en que más se manifiesta la índole y el carácter, cuidándose poco de todo lo demás, de la misma manera debe a nosotros concedérsenos el que atendamos más a los indicios del ánimo, y que por ellos dibujemos la vida de cada uno, dejando a otros los hechos de grande aparato y los combate». Por tanto, no es de extrañar que en los evangelios no se explique todo lo que hizo Jesús, sino que su objetivo es el de mostrar su impactante personalidad, así como compendiar sus enseñanzas.

Si los evangelios son escritos dentro de la estela de las bios, entonces nos tendremos que preguntar, qué fiabilidad histórica se espera de una bios. ¿Es un género que busca la exactitud o permite que se den licencias históricas? Para todo esto ayuda mucho el trabajo de Samuel Byrskog en su obra Story as History en la que estudia los criterios de los historiadores greco-romanos para evaluar la fiabilidad histórica de una obra. Byrskog muestra que una característica común es que el mejor momento para estudiar un periodo histórico es mientras exista «memoria viva», es decir, mientras todavía haya personas que han vivido los hechos ocurridos. Por ejemplo, en España todavía hay memoria viva de la guerra civil española, ya que aún podemos encontrar personas que la vivieron, pero ya no tenemos memoria viva de la guerra de Cuba. El interés de la memoria viva se encuentra en que podemos encontrar testigos oculares de los hechos. La tarea del historiador es buscar a esas personas para hacerles preguntas sobre lo ocurrido, sabiendo que no todos los testimonios oculares tienen el mismo valor: si una persona se encontraba en una posición de decisión clave de ese suceso será una mejor fuente de información que la que te puede ofrecer un mero observador, ya que la gente interesada recuerda mejor las cosas y te puede explicar mejor el porqué de ellas. La tarea del historiador es la de preguntar y contrastar las versiones para ver cuál se adecua más a la realidad. El historiador antiguo, a diferencia del actual, es muy crítico con aquellos colegas suyos que dependen largamente de las fuentes escritas.

Con todo esto en mente podemos entender mucho mejor el prólogo del evangelio de Lucas, en el que el autor nos cita las fuentes utilizadas para escribir su evangelio, destacando que ha consultado aquellos que fueron testigos oculares y que después dedicaron su vida al anuncio del Evangelio: «Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo he resuelto escribírtelos por su orden, ilustre Teófilo, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido» (Lc 1,1-4). Es decir que los evangelios se escriben cuando se está acabando la memoria viva sobre Jesús, pero en la que todavía existían testigos oculares. Y de este modo Lucas quiere mostrar la fiabilidad de su relato.