Encontramos con Jesucristo vivo en el Evangelio

Encontramos con Jesucristo vivo en el Evangelio

Encontramos con Jesucristo vivo en el Evangelio

   por Fausto Franco

«EN LOS LIBROS SAGRADOS EL PADRE QUE ESTÁ EN LOS CIELOS SE DIRIGE CON AMOR A SUS HIJOS Y HABLA CON ELLOS; Y ES TANTA LA EFICACIA QUE RADICA EN LA PALABRA DE DIOS QUE ES, EN VERDAD, APOYO Y VIGOR DE LA IGLESIA, Y FORTALEZA DE LA FE PARA SUS HIJOS, ALIMENTO DEL ALMA, FUENTE PURA Y PERENNE DE LA VIDA ESPIRITUAL» (DV VI,21).

PREGUNTAS INQUIETANTES

La humanidad entera está enfrentando la amarga experiencia del coronavirus. La pandemia ha hundido la prepotencia y el orgullo de las naciones. Antiguas seguridades han caído por tierra, y se han venido al suelo muchos esquemas y montajes. En estas circunstancias, y a la hora de plantearnos cómo vivir y transmitir una fe que contagie y enamore, ¿cómo reaccionamos los católicos? ¿Qué es lo esencial para nosotros? ¿Cuál es nuestro centro de interés? ¿Dónde vamos a poner alma, vida y corazón?

 

EL ENCUENTRO PERSONAL CON JESUCRISTO ES DETERMINANTE

Este debe ser el objetivo principal. Nadie comienza a ser cristiano por palabras bonitas o por ideas preciosas, sino por haberse encontrado con la persona de Jesús de Nazaret. Por tanto, hay que buscarle, dejarse encontrar por él, intentarlo cada día sin descanso. Pero, ¿dónde y cómo hacerlo? Todo encuentro entre seres humanos se lleva a cabo en lugares concretos y bajo ciertas condiciones. A lo largo de veinte siglos, las mujeres y hombres de auténtica fe se han encontrado y se encuentran con Jesús de Nazaret de muchas maneras y en diversos espacios: en el propio corazón, cuando la persona cree en Dios, confía en Él y le ama; en cada detalle y circunstancia, cuando se encara la vida diaria con fe viva; acogiendo a los más pequeños, a los pobres y necesitados, con interés y cariño; allí donde dos o tres están reunidos en su nombre; en la Eucaristía vivida como memorial vivo de su entrega incondicional, hecha por amor; en la escucha atenta de la Palabra de vida y en la búsqueda abierta de lo que nos quiere decir.

 

LA URGENCIA DEL ENCUENTRO CON JESÚS EN LA PALABRA

Vamos a detenernos un poco más en el último de esos espacios indicados. Este es el gran desafío que se nos presenta hoy a todos y, de manera especial, a catequistas, animadores de grupos, miembros de movimientos apostólicos, participantes en las diversas actividades de pastoral, religiosos/as y sacerdotes. Los católicos del siglo XXI necesitamos vivir intensamente la experiencia del encuentro con la persona de Jesús de Nazaret en la Palabra de vida. Hubo dos discípulos que, yendo hacia Emaús, hicieron este descubrimiento gozoso: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lc 24,33). El mismo Jesús, empezando por Moisés y siguiendo por todos los Profetas, les
había explicado lo que se decía de él en todo el Antiguo Testamento (Lc 24,17). ¡Qué lástima no haber dado la importancia debida a este lugar de encuentro con Jesús de Nazaret, durante tantos siglos!

 

NECESITAMOS URGENTEMENTE PONER EL EVANGELIO EN EL CENTRO

El papa Francisco insiste en volver al Evangelio. Pero no de cualquier manera, sino con un talante nuevo, donde quede descartada la rutina; donde se junte una gran admiración y asombro con el interés de quien inicia una insólita aventura; así iremos descubriendo que en nuestras manos se encuentra «el mensaje más hermoso que tiene este mundo» (Evangelii gaudium 277). Se trata de poner el evangelio en primer plano, pero sabiendo que no es cuestión de unos escritos más. Se trata, ante todo y sobre todo, de un mensaje vivo y palpitante. Como decía François Mauriac, premio Nobel de literatura y creyente, aplicando nuestro oído al evangelio, podemos percibir claramente el aliento de Alguien que está ahí. Si nos adentramos en esta experiencia, ayudaremos a que la persona de Jesús y su mensaje puedan ser acogidos como la gran oferta de «vida en abundancia» para toda la humanidad (cf Jn 10,10).

Taller bíblico (Librería San Pablo, c/ Alcalá, 387 – MADRID)

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El fin de dos reinos

El fin de dos reinos

ESTUDIAR LA PALABRA

EL FIN DE LOS DOS REINOS

EL REINO hebreo del norte, heredero de la Casa de José (esto es, de las tribus de Efraín y de Manasés, principalmente), llevaba el sonoro y prestigioso nombre de Israel. En esta época de la historia (siglos IX-VIII a.C.) se identifica Israel con Efraín, o con Samaría. Se habían desgajado de la monarquía davídica muy pronto, tras la muerte de Salomón. Sin embargo, mantuvieron la fe en YHWH, si bien con muchas dificultades, tal como testifican los profetas: Elías, Oseas y Amós. Nunca aceptaron la Casa de David, identificada con Judá; por tanto, sus reyes no forman parte del «hilo de las promesas mesiánicas». Este reino del norte, bullicioso y rico, propenso a aliarse con los fenicios y los sirios, se subleva contra el Imperio asirio y desaparece pronto de la historia. El año 722 a.C. el rey asirio Sargón II arrasa Israel, con su capital, Samaría, y deporta a su población al norte de Mesopotamia. Desaparece del mapa bíblico el «reino histórico de Israel», y con él buena parte de las tribus. Una tragedia aún no superada.

El reino hebreo del sur, Judá, con capital en Jerusalén, con su rey Ezequías, consigue librarse por esta vez de la destrucción asiria. El rey asirio Senaquerib pone sitio a Jerusalén (701 a.C.), si bien no la conquista. A Ezequías le sucede en el trono Manasés, rey proasirio, que gobernó durante 55 años (698-643); es uno de los reyes de Judá peor considerados.

Tras años de impiedad y debilidad, sube al trono de Jerusalén el rey Josías (641-609), que para la historia bíblica es uno de los mejores (si no el mejor) de los reyes de Judá. Josías, aprovechando la debilidad asiria, reconquistó el territorio del norte, sin conseguir restablecer las fronteras de David. Destaca sobre todo por su «reforma religiosa»:

 

  • Purifica el Templo de Jerusalén de imágenes de otros dioses extranjeros.
  • Unifica todo el culto a YHWH en el Templo de Jerusalén.
    Manda destruir otros santuarios dedicados a YHWH (Betel, Silo, Dan).
  • Concentra a los sacerdotes de estos santuarios yahvistas en Jerusalén.
  • La Pascua pasa de ser fiesta familiar, a ser fiesta nacional.

Mapa de los Reinos de Juda e Israel

ELOGIO AL REY JOSÍAS DE JUDÁ

«Antes que él no había surgido ningún rey que se volviese al Señor como él, con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas, según la doctrina de Moisés. Ni después de él se ha levantado nadie como él»

(2Re 23,25).

Tras este efímero tiempo de prosperidad, fundamental en la evolución del yahvismo como religión unificada en Jerusalén, y con la primera certeza de poseer un documento redactado con carácter normativo (2Re 22,8-9), la muerte en una batalla del rey en Meguido (609), cuando quería cortar el paso al faraón Nekao, ahogó todas las esperanzas (2Re 23,29).

El decadente Imperio asirio cedió el paso al «nuevo Imperio babilónico». Senaquerib, «un día… fue asesinado por sus hijos» (2Re 19,37). Asurbanipal (669-627) fue el último gran rey de Asiria. Un nuevo rey, de origen caldeo, Nabopolasar (626-605) vence a los asirios y funda el nuevo Imperio babilónico. Junto con los medos tomó Assur (614) y Nínive (612).

 

En Judá, después de los años gloriosos de Josías, sube al trono el rey davídico Joaquín (609- 597), teniendo que elegir ser vasallo de Egipto o de Babilonia. Fue un rey despótico, al que se enfrentó el profeta Jeremías. Antes de la «solución final» (la destrucción de Jerusalén y el fin de Judá), Babilonia realizó dos deportaciones de la población de Judá. La primera se sitúa el año 597; en ella va el nuevo rey de Judá, Jeconías, con la familia real. Para muchos estudiosos, en esta primera deportación iba también el profeta Ezequiel. Nabucodonosor deja en Jerusalén como «rey vasallo» a Sedecías (597-586), un rey débil e indeciso, que pide ayuda a Egipto.

CRONOLOGÍA

722 Los asirios destruyen el reino del norte (Israel) y Samaría. Fin de Israel.

622 El rey Josías de Judá inicia una reforma religiosa: centralización en Jerusalén.

605 Nabucodonosor derrota la coalición de Asiria y Egipto en Karkemish (Siria).

597 Primera deportación de castigo: el rey Joaquín y el profeta Ezequiel en Babilonia.

586 Nabucodonosor conquista Jerusalén. El Templo destruido. Fin de la monarquía davídica.

LOS ASIRIOS DEPORTAN A LA POBLACIÓN DE SAMARÍA/ISRAEL

732 Castigo y advertencia (rey asirio Tiglatpileser III).

722 Conquista de Samaría (rey asirio Sargón II).

701 Asedio de Jerusalén (rey asirio Senaquerib).

LOS BABILONIOS DEPORTAN A LA POBLACIÓN DE JERUSALÉN/JUDÁ

597 El rey Jeconías y su corte van al destierro. También el profeta Ezequiel.

587 Conquista de Jerusalén (rey babilonio Nabucodonosor).

582 Castigo de la población (Jer 52,28).

El año 587 los babilonios responden a la rebelión, sitiando Jerusalén. Un año después, el 586, conquistan la ciudad, la arrasan y destruyen el Templo. Sedecías es deportado a Babilonia; él es el último rey de la dinastía davídica. Años más tarde, Nabucodonosor aún manda realizar una tercera deportación de castigo contra Judá, dejando solo una pequeña parte de la población, los más pobres.

Las deportaciones de la población eran una práctica habitual entre los imperios que querían someter a la población conquistada. Pueblos enteros
han desaparecido a lo largo de la historia con esta práctica. En el caso de Israel y Judá se cuentan tres deportaciones respectivamente. La diferencia es que Israel desapareció para siempre de la historia, disuelta en el norte del Tigris y del Éufrates. Judá, por su parte, de forma aún sorprendente e inexplicable, sobrevivió y regresó a Jerusalén, con una fuerza y energía renovadas. El «protojudaísmo», cuya matriz es el yahvismo anterior al exilio, da sus primeros pasos.

¿DE QUÉ HABLABAIS POR EL CAMINO?

¿DE QUÉ HABLABAIS POR EL CAMINO?

Cuando te hemos recogido haciendo autostop, en el coche íbamos oyendo música y habíamos escuchado una vieja canción de Silvio Rodríguez: «A dónde van». ¿La conoces? Es bella y triste, lo que no necesariamente tiene que ir junto, porque a veces pensamos que sólo lo triste puede ser bello. Pero en este caso la canción es las dos cosas, porque habla de la nostalgia y el dolor por la pérdida. Y de la sed de sentido: «¿a dónde van las palabras, las miradas, las pequeñas cosas de la vida?», se pregunta.

La escuchábamos y nos pusimos a hablar de gente a la que hemos querido y que ya no está. Y de lo mucho que la echamos de menos. ¿A dónde va todo ese amor que tuvimos? ¿Adónde fueron nuestras ilusiones? ¿y todo el esfuerzo que pusimos en algunos proyectos? ¿de qué nos sirvió soñar en algunos momentos? Y nos decíamos que no sabemos más que hacernos preguntas, porque nos gustaría entender algunas cosas y más bien parece que no comprendemos nada. Y por encima de todo (o de nada) que por qué tenemos que sufrir o pasarlo mal. Por ejemplo, ¿a dónde van las vidas de toda esa gente huyendo de las guerras, malviviendo encerrados en los campos de refugiados, vagando por el mundo en busca de algo que darle a sus hijos? ¿A dónde irán todas sus historias, su lucha personal y su trabajo?

Yo me acordaba de la hija de una amiga. Se lo contaba a este. Nació con parálisis cerebral y sobrevivió con muchas dificultades hasta los ocho años o así (no recuerdo exactamente).

NO PODEMOS DEJAR DE HACERNOS ESAS PREGUNTAS, INCLUSO CUANDO LAS CALLAMOS.

Cuando falleció acudí a su casa a acompañar a la madre. La niña estaba todavía en su cama, como definitivamente dormida y aún llevaba puesta la sonda nasogástrica que le había alimentado toda su corta vida. Me fijé que tenía fuertemente cerrado el puño de una mano, como el rescoldo de todo el esfuerzo con que se había agarrado durante esos años a la vida. O quién sabe, quizás como un discreto y sencillo gesto de protesta. ¿A dónde va la historia de esa pequeña y la de su madre? ¿a dónde su lucha con la enfermedad, con el dolor, con el olvido?

Cuando paramos para recogerte íbamos comentado la necesidad que algunos tenemos de preguntarnos todo eso. No digo que tengamos la respuesta, eh. Simplemente que no podemos dejar de hacernos esas preguntas (incluso cuando las callamos). Y que a veces lo único que nos queda es expresarlas o reconocerlas en un poema o una canción, como la que habíamos escuchado. Al verte en el camino haciendo dedo nos dijimos, con un deje de escepticismo y mucha guasa: «mira, este tiene pinta de haber estudiado, igual tiene la respuesta a todo esto. ¿Lo cogemos?». Y nos entró la risa.