El texto de los discípulos de Emaús es un buen espejo en el que siempre nos hemos de mirar si queremos evangelizar al estilo de Jesús. Toda catequesis es siempre un misterio de acompañamiento y propuesta de la fe que busca suscitar un tiempo nuevo en la vida del destinatario. Por ello, los catequistas, estamos llamados a ser facilitadores del encuentro con Jesús, por lo que tenemos que seguir el modo del primer y mejor catequista, Jesús. En el pasaje de Emaús encontramos muy bien trazado el proceso catequético de Jesús
 veamos algunos aspectos

Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos… El catequista, discípulo misionero enviado a ser transmisor de una buena noticia ha de ser partir siempre de la vida del destinatario, de sus gozos y fatigas, de sus alegrías y de sus penas. El catequista es aquella persona que camina con otros, que partiendo de la realidad narra lo que Dios ha realizado en él. El catequista, como Jesús en el camino de Emaús, es aquel que hace de la HISTORIA, una historia de salvación.

Les explico lo que se refería a él en todas las Escrituras. La Palabra de Dios es la fuente viva de toda catequesis. Solamente el contacto con la Palabra de Dios que sale del corazón del Dios puede seducir y transformar. El catequista es aquel que ora la Palabra, que propone, explica y vive la Palabra. El catequista, como el Jesús de Emaús es aquel que hace de la PALABRA, el contenido de su propuesta. 

Tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Es propio de todo proceso evangelizador y de toda catequesis expresar con signos aquello que experimentamos y sobrepasa la razón. Los sacramentos son esos signos que nos invitan a vivir de fe, a alimentarnos con la presencia misteriosa y significativa de Jesús. El catequista inicia al signo y al sacramento en el momento que valora la Eucaristía y los sacramentos como un camino de profundización en la intimidad con Jesús. El catequista y su grupo reconocer a Jesús en los SACRAMENTOS como hicieron los dos de Emaús. 

Se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once. Uno de los objetivos de la catequesis es la incorporación en la comunidad. Profundizar en la fe te lleva a querer compartirla y celebrarla porque la catequesis es eminentemente un acto eclesial. El catequista que vive la comunidad como su hogar, con todas las dificultades reales que hoy nos encontramos, propone y anima a vivir la fe en comunidad. El catequista es la persona de la COMUNIDAD, que valora la fe vivida con otros.

 

El modelo de Emaús nos describe el proceso de aquellos que pasan de no reconocer a Jesús a reconocerlo en la Escritura y en la fracción del pan, por eso es un modelo que estamos llamados a reproducir cuidando los elementos esenciales y partiendo de nuestra propia realidad. La práctica catequética actual está llamada a revalorizar la catequesis como un proceso de acompañamiento que, apoyándose en la Palabra y los Sacramentos, haga posible la revitalización de nuestras comunidades./Sergio Pérez Baena